Del deambular de las barras se ha cansado tanto
su mirada, que ya nada retiene.
Es como si hubiera mil barras
y detrás de mil barras ningún mundo hubiese.
El suave andar de pasos flexibles y fuertes,
que gira en el más pequeño círculo,
es como una danza de fuerza en torno a un centro
en el que se yergue una imponente voluntad dormida.
Sólo a veces se abre, mudo, el velo
de sus pupilas. Entonces las penetra una imagen
que recorre la tensa quietud de sus músculos
y en el corazón se desvanece y muere.
Rilke.
No creo que haya sido pura coincidencia la escritura de este poema, no creo que Rilke se haya quedado viendo la pantera y se imaginara ese tipo de cosas solo por lo que le transmitía el animal, como lo haría quien describe un árbol o una piedra. Al contrario creo que el sintió un vinculo con ese animal, algo que lo identificaba. Posiblemente reconoció en esos ojos que veían a través de mil barrotes y tras los cuales no había mundo, sus propios ojos, su propia cárcel, su propia persona.
Creo que eso que le sucedió al poeta es lo que nos sucede a algunos cuando leemos el poema: no vemos un animal por el cual sentir misericordia, nos leemos y figuramos a nosotros mismos entre nuestras miserables prisiones en las cuales giramos infinitamente sin poder escapar, sin percibir el paso del tiempo, pues este se vuelve una masa uniforme que nos ata a un presente eterno.
1 comentario:
Sorry siempre comentar con preguntas... ¿cuál es tu prisión?
Publicar un comentario