sábado, 20 de agosto de 2011

Los zapatos viejos.

Me invadió súbitamente la nostalgia. No fue, afortunadamente, un hecho trizte lo que la trajo de nuevo, al contrario fue el adquirir la certeza de que el tiempo no ha pasado en vano y los esfuerzos poco a poco dan sus resultados.

Saqué los zapatos de debajo de la cama (donde los organizo ahora, porque ahora organizo y soy complido) y los coloqué sobre la biblioteca (que ahora no tiene volúmenes no leidos como otrora) y me dí cuenta de que tengo muchos pares de zapatos. Creo que nunca los había visto todos detenidamente. Me percaté de que todos están en buen estado y eso me trasladó inmediatamente al tiempo en el cual sólo tenía un par de zapatos y estaban raidos, no podía salir en los días de lluvia o debía evitar los charcos o símplemente soportaba el agua que entraba y mojaba mis medias y luego me torturaba el frio.

Esos dos pares de zapatos que me acompañaron por espacio de 3 años cada uno eran mi principal medio de transporte y también el estigma de la pobreza que cabalgaba sobre mi lomo. Días tristez no sólo por la falta de dinero sino por las razones que la ocasionaron. Es comprensible que las crisis económicas acarrean otros tipos de crisis o que otros tipos de crisis ocasionan crisi económicas.

Desde la infancia con mucha cercanía al campo desarrollé mucho interés en conocer y entender las huellas dejdas por todo, siempre han sido un motivo de facinación para mi. De este tiempo recuerdo mis huellas porque no tenían motivo pues los zapatos lisos no la imprimian en el barro, excepto cuando se rompían y dejaban una marca.

Son recuerdos felices, me hacen recordar algo:"...usarás ropa de cuero que durará toda la vida...", decía Tyler sobre su mundo ideal. Son felices porque me muestran el avance que se presentan, y me dejan ver que a pesar de que llegue la pobreza económica no he sufrido casi nunca de pobreza intelectual o espiritual y normalmente he estado rodeado de personas excelentes. Además me prepararon para muchos golpes...una nueva llegada de la pobreza no sería un problema tan serio como lo fue en otros momentos...después de todo se ha aprendido mucho.

martes, 16 de agosto de 2011

Citas de El Libro de la Selva

“Entonces Tha nos llamó a todos y dijo:
- El primero de vuestros dueños trajo a la Selva la Muerte, y el segundo, la Vergüenza. Pues bien: ya es hora de que tengáis una ley, y una ley a la que no podáis faltar. Ahora conoceréis al Miedo, y, una vez lo hayáis conocido, sabréis que él es vuestro amo, y todo lo demás vendrá por sí solo. Entonces nosotros, los de la Selva, dijimos:
- -¿Qué es el miedo?
Y Tha respondió:
- Buscadlo hasta que lo encontréis.
Fuimos, por lo tanto, de un lado a otro de la Selva buscando al Miedo, y de pronto los Búfalos…
- ¡Uf!- dijo Mysa, el que dirigía a los búfalos, desde el banco de arena en que se hallaban.
- Si, Mysa, eran los búfalos. Volvieron, pues, con la noticia de que en una caverna, en la Selva, estaba sentado el Miedo, y de que no tenía pelo en el cuerpo, caminando sólo con las patas posteriores. Entonces, nosotros, los de la Selva, seguimos el rebaño hasta llegar a aquella caverna, y allí estaba el Miedo, de pie en l entrada, y tenía, como habían dicho los búfalos, la piel desnuda de pelo, y caminaba sólo con las piernas de atrás. Al vernos gritó, y su voz nos llenó de temor, del temor que nos inspira hoy esa voz cuando la oímos, y nosotros, entonces, atropellándonos unos a otros y haciéndonos daño, huimos porque teníamos miedo. Aquella noche (así me lo dijeron), los de la Selva no nos echamos ya juntos como solíamos hacer, sino que cada tribu fue por sí sola…el jabalí con el jabalí, el ciervo con el ciervo; cuernos con cuernos, cascos con cascos…”


“Hay un día en que todas las cosas parecen fatigadas, y hasta los mismos olores, al elevarse por el pesado aire, dijérase que tienen algo de viejo, de harto usado. Es una sensación inexplicable, pero que se experimenta. Luego, llega otro día (y es de advertir que para la vista nada ha cambiado) en que todos los olores son nuevos y deliciosos, y, al sentirlos, al Pueblo de la Selva le tiemblan los bigotes hasta las mismas raíces, comenzando a caérsele de los ijares el pelo del invierno en largos y sucios mechones. Entonces, si por casualidad llueve un poco, todos los árboles y matorrales, todos los bambúes, y sus musgos, y plantas de hojas jugosas, despiertan de sus sueños con unos rumores y un desarrollo súbito que casi podría decirse que se les oye crecer, y por debajo de todo esto corre día y noche otro rumor, una especie de profundo zumbido. Es el susurro de la primavera: algo que vibra en el aire, y que no es ruido de abejas, ni de agua que cae, ni de viento en las copas de los árboles, sino la especia de arrullo del mundo que se siente feliz.”