sábado, 15 de septiembre de 2012

¿Qué pensaría Fidípides?

Participar en carreras sin ser competitivo tiene grandes ventajas, una de las más importantes es que la mayor preocupación que aqueja al competidor es si su ropa para correr combina. No es que los competitivos no tengan estas preocupaciones triviales, sino que tienene otra serie de pensamientos que pueden llegar a ser desesperanzadores, y no es para menos: en una carrera de fondo normalmente participan numeros superiores a las 1000 personas, de las cuales 10 son competentes y pueden representar un bstáculo para el triunfo, si se corre una maratón este número puede ascender hasta 1000 o más según el premio para el ganador.

La presión del triunfo, la víspera de lo que será puede ser un aliado tramposo que quite el sueño y la fuerza, afecte el est´mago y la cabeza y arroje al competidor al jardin de los senderos que se bifurcan que es normalmente el escenario de los miedos. Hoy, afortunadamente, no soy competitivo y mi cabeza solo es ocupada en una pequeña parte por la competición y sus detalles triviales, tanto así que tengo la posibilida de pensar en qué estarán pensando quienes creen que tienen posibilidad de ganar.

sábado, 20 de agosto de 2011

Los zapatos viejos.

Me invadió súbitamente la nostalgia. No fue, afortunadamente, un hecho trizte lo que la trajo de nuevo, al contrario fue el adquirir la certeza de que el tiempo no ha pasado en vano y los esfuerzos poco a poco dan sus resultados.

Saqué los zapatos de debajo de la cama (donde los organizo ahora, porque ahora organizo y soy complido) y los coloqué sobre la biblioteca (que ahora no tiene volúmenes no leidos como otrora) y me dí cuenta de que tengo muchos pares de zapatos. Creo que nunca los había visto todos detenidamente. Me percaté de que todos están en buen estado y eso me trasladó inmediatamente al tiempo en el cual sólo tenía un par de zapatos y estaban raidos, no podía salir en los días de lluvia o debía evitar los charcos o símplemente soportaba el agua que entraba y mojaba mis medias y luego me torturaba el frio.

Esos dos pares de zapatos que me acompañaron por espacio de 3 años cada uno eran mi principal medio de transporte y también el estigma de la pobreza que cabalgaba sobre mi lomo. Días tristez no sólo por la falta de dinero sino por las razones que la ocasionaron. Es comprensible que las crisis económicas acarrean otros tipos de crisis o que otros tipos de crisis ocasionan crisi económicas.

Desde la infancia con mucha cercanía al campo desarrollé mucho interés en conocer y entender las huellas dejdas por todo, siempre han sido un motivo de facinación para mi. De este tiempo recuerdo mis huellas porque no tenían motivo pues los zapatos lisos no la imprimian en el barro, excepto cuando se rompían y dejaban una marca.

Son recuerdos felices, me hacen recordar algo:"...usarás ropa de cuero que durará toda la vida...", decía Tyler sobre su mundo ideal. Son felices porque me muestran el avance que se presentan, y me dejan ver que a pesar de que llegue la pobreza económica no he sufrido casi nunca de pobreza intelectual o espiritual y normalmente he estado rodeado de personas excelentes. Además me prepararon para muchos golpes...una nueva llegada de la pobreza no sería un problema tan serio como lo fue en otros momentos...después de todo se ha aprendido mucho.

martes, 16 de agosto de 2011

Citas de El Libro de la Selva

“Entonces Tha nos llamó a todos y dijo:
- El primero de vuestros dueños trajo a la Selva la Muerte, y el segundo, la Vergüenza. Pues bien: ya es hora de que tengáis una ley, y una ley a la que no podáis faltar. Ahora conoceréis al Miedo, y, una vez lo hayáis conocido, sabréis que él es vuestro amo, y todo lo demás vendrá por sí solo. Entonces nosotros, los de la Selva, dijimos:
- -¿Qué es el miedo?
Y Tha respondió:
- Buscadlo hasta que lo encontréis.
Fuimos, por lo tanto, de un lado a otro de la Selva buscando al Miedo, y de pronto los Búfalos…
- ¡Uf!- dijo Mysa, el que dirigía a los búfalos, desde el banco de arena en que se hallaban.
- Si, Mysa, eran los búfalos. Volvieron, pues, con la noticia de que en una caverna, en la Selva, estaba sentado el Miedo, y de que no tenía pelo en el cuerpo, caminando sólo con las patas posteriores. Entonces, nosotros, los de la Selva, seguimos el rebaño hasta llegar a aquella caverna, y allí estaba el Miedo, de pie en l entrada, y tenía, como habían dicho los búfalos, la piel desnuda de pelo, y caminaba sólo con las piernas de atrás. Al vernos gritó, y su voz nos llenó de temor, del temor que nos inspira hoy esa voz cuando la oímos, y nosotros, entonces, atropellándonos unos a otros y haciéndonos daño, huimos porque teníamos miedo. Aquella noche (así me lo dijeron), los de la Selva no nos echamos ya juntos como solíamos hacer, sino que cada tribu fue por sí sola…el jabalí con el jabalí, el ciervo con el ciervo; cuernos con cuernos, cascos con cascos…”


“Hay un día en que todas las cosas parecen fatigadas, y hasta los mismos olores, al elevarse por el pesado aire, dijérase que tienen algo de viejo, de harto usado. Es una sensación inexplicable, pero que se experimenta. Luego, llega otro día (y es de advertir que para la vista nada ha cambiado) en que todos los olores son nuevos y deliciosos, y, al sentirlos, al Pueblo de la Selva le tiemblan los bigotes hasta las mismas raíces, comenzando a caérsele de los ijares el pelo del invierno en largos y sucios mechones. Entonces, si por casualidad llueve un poco, todos los árboles y matorrales, todos los bambúes, y sus musgos, y plantas de hojas jugosas, despiertan de sus sueños con unos rumores y un desarrollo súbito que casi podría decirse que se les oye crecer, y por debajo de todo esto corre día y noche otro rumor, una especie de profundo zumbido. Es el susurro de la primavera: algo que vibra en el aire, y que no es ruido de abejas, ni de agua que cae, ni de viento en las copas de los árboles, sino la especia de arrullo del mundo que se siente feliz.”

domingo, 8 de mayo de 2011

Peer Gynt

Aun recuerdo la caja de 10 CDs de música clásica con la que llegó mi Papá hace masomenos unos 14 años. Agradecí con honestidad el regalo, pero con mucho escepticismo sobre su contenido, pues llegó a mis manos gracias a un comentario que hice: "me gusta la música clásica". No sabía en realidad de lo que hablaba, tal vez había escuchado algún fragmendo de alguna obra de Beethoven y s me antojó que toda la música clásica iba a ser como esa.

La caja era hermosa y captó mi atención de inmediato, en si misma era atractiva, siempre he tenido inclinación hacia el fetichismo, al abrirla encontré 10 pequeñas cajas con CDs de diferentes maestros de la música clásica que no conocía. Solo 2 nombres de 10 eran familiares para mi. Gracias a ese regalo entré en contacto con una serie de nuevos y maravillosos personajes, especialmente recuerdo a Schubert, cuya música me conmovió en extremo, Tchaikovsy, que me hablaba con una claridad sorprendente y sobre todo Edvard Grieg.



La cajita del disco de Grieg tenía una pintura impresionista que mostraba un verde e impenetrable bosque, una pintura feliz, sin duda (o al menos para mi lo era). Aparte de eso me llamaba la atención el nombre mismo del compositor. Cuando lo comencé a escuchar me sorprendí bastante, contenía algo que hasta hace poco tiempo le puse nombre fijo, pero que era familiar desde que escuche por pimera vez el contenido del cd. Peer Gynt.

Desde el inicio me cautivó, a pesar de que no tenía muy desarrollada la sensibilidad para la interpetación de los mensajes ocultos en la música. La mañana me pareció familiar, lo que continuó me pareció plagado de un misterio denso que no producía temor sino curiosidad, lugares oscuros de los que atraen a un niño. En ese momento yo tenía muchos escenarios para animar la música, ya había en los registros de mi memoria bosques encantados, sendas nubladas, cuevas y cosas del estido. De modo que la música no me fue indiferente.

Obviamente la Mansión del Rey de la Montaña me sacó la cabeza de su lugar, especialmente por la fuerza que adquiere: se ve venir, se sienten los pasos de animal rastrero que se hace grande paso a paso y amenaza con comernos o pisarnos.



Escuché ese disco muchas veces hasta que desapareció en circunstancias que ahora son confusas, pero me dejó uno de los recuerdos musicales mas bonitos que tengo y ahora cada vez que escucho la obra me conmuevo. Hoy en el concierto dominical de la Luis Angel Arango presentaron una versión para niños, la obra interpretada a cuatro manos en un piano hermoso que animaba la narración de la historia de Peer, en manos de una señora chistosa, la intención del cuento era dormir a los niños, lo cual obviamente desacralizaba la obra ante mis ojos, sin embargo me gustó el arreglo y la manera de presentarlo y me devolvió a este y muchos otros recuerdos. Ha sido un día de nostalgia a expensas de aquel finadito noruego.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Si no fuera por la guitarra no podría ser politólogo...en realidad no es tarde para darme cuenta.

sábado, 1 de enero de 2011

La vida se estaba tornando trizte, hasta que vi una foto tuya y recordé que cada minuto lejos de tí es la mayor de las bendiciones.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Esto lo escribo con una felicidad cuyo tamaño solo es comparable al de mi nostalgia.


Anoche mientras entraba en la ciudad reconocía las calles y los barrios, pero tenía una sensación extraña: siempre me he sentido muy bogotano, conozco la ciudad pero al llegar anoche ya no sent´pia que esto era así. En mi ausencia los caminos de ambos se separaron, ella siguió con su paso incólume mientras que yo me alejé y cambié.


La naturaleza del cambio fue profunda y salió de las vivencias del mes, el conocer el Catatumbo y la Macarena, el contacto con las personas y los funcionarios, el cambio del paisaje, la cantidad de información que llegó a mi cabeza por el trabajo y por el diario vivir en estas zonas no pasó de largo sino que cambió mi manera de ver las cosas. Cualquier desprevenido mencionaría que el problema es falta de carácter por dejarme afectar de situaciones que no me afectan a mi o que serán efímeras o infinítas (a veces las dos aterran a los hombres por igual), pero no es así, la sensibilidad por los temas del campo es algo innato, posiblemente por mi ascendencia, y eso me impide pasar de largo recolectando información como el barrendero que ve en una calle nueva el eterno polvo en el cual ya renunció a encontrar algo de oro, siempre estaré buscando y encontrando oro en todas las calles que pueda barrer.


Otro asunto que me tocó, fue que por mi formación yo tenía mucha información sobre estos lugares, sobre la situación económica y social, sobre la historía y el conflicto, sobre el clima y la alimentación. Hoy miro hacia atrás y me doy cuenta de lo pobre que es la formación desde los libros, los libros casi nunca tienen rostro y nunca permitirán escuchar las voces ni el dolor ni la felicidad de una persona, mucho menos van a darnos la posibilidad de oler el temor en el ambiente o la tensión. Un ejemplo de esto son los mapas: cuando recorría las carreteras entre los municipios tenía en la cabeza el mapa que recorríamos. Los hombres tienen la pretensión absurda de guardar todo, insluco el paisaje y las cosas vividas en recipientes tan limitados como el de las palabras.


Además de los libros, sobre los cuales redescubrí que no me pueden dar todo lo que quiero, las fotografías también son cojas: intenté captar algunas imágenes de los lugares que mas me marcaron pero no fué posible lograr ni siquiera una parte de lo que mis ojos pudieron devorar ávidamente. No es un problema de cámara ni de fotógrafo, es simplemente que no se puede comparar una foto con ver la serranía de la Macarena de cuerpo presente y sentir el poder de las montañas que para mi producen un sonido mudo, somo si la voz mas poderosa susurrara cosas imperceptibles que hacían eco en mi estómago. Eso una cámara nunca podrá tomarlo.


De todo lo que me marcó, lo mas importante fue el trato con la gente, esos ojos llenos de tantas cosas: algunos de ellos con la sombra de la violencia viva, otros con rumores de viejos enfrentamientos, algunos llenos de temores contenidos a fuerza de voluntad, también otros con la tranquilidad de quien nada debe, esa tranquilidad que a veces solo puede ser alcanzada por medio de la ignorancia. Tantos rostros y tantos nombres, tanta arrogancia y tanta humildad en estos lugares, tanta gente que lo merece todo y tanta que no merece nada. Calaron tan hondo que guardé sus palabras y el sonido de sus voces y cuando hablo de ellos a las personas de esta nevera en la que me encuentro veo sus rostros e imagino sus vidas que me fueron parcialmente reveladas por sus bocas.



Alguien mencionó alguna vez que sólo deberíamos tener información sobre lo que podemos decidir y ahora siento terriblemente el peso de esta reflexión, siento la profundidad de la impotencia que marca a quien conoce la problemática del país y se va a recorrerlo in tener la posibilidad de cambiar todo con una barita mágica. A pesar de eso no me arrepiento de haber partido porque llegué lleno de cosas y de lugares que ahora son amados y que llenan mi espíritu. Siento una enorme nostalgia por eso, de ahí que la ciudad a la que llego, en la que ha ocurrido toda mi vida, se sienta lejana y me rechace como un gato orgulloso cuyo dueño se ha alejado por mucho tiempo y luego de volver lo castiga con su indiferencia.