martes, 16 de agosto de 2011

Citas de El Libro de la Selva

“Entonces Tha nos llamó a todos y dijo:
- El primero de vuestros dueños trajo a la Selva la Muerte, y el segundo, la Vergüenza. Pues bien: ya es hora de que tengáis una ley, y una ley a la que no podáis faltar. Ahora conoceréis al Miedo, y, una vez lo hayáis conocido, sabréis que él es vuestro amo, y todo lo demás vendrá por sí solo. Entonces nosotros, los de la Selva, dijimos:
- -¿Qué es el miedo?
Y Tha respondió:
- Buscadlo hasta que lo encontréis.
Fuimos, por lo tanto, de un lado a otro de la Selva buscando al Miedo, y de pronto los Búfalos…
- ¡Uf!- dijo Mysa, el que dirigía a los búfalos, desde el banco de arena en que se hallaban.
- Si, Mysa, eran los búfalos. Volvieron, pues, con la noticia de que en una caverna, en la Selva, estaba sentado el Miedo, y de que no tenía pelo en el cuerpo, caminando sólo con las patas posteriores. Entonces, nosotros, los de la Selva, seguimos el rebaño hasta llegar a aquella caverna, y allí estaba el Miedo, de pie en l entrada, y tenía, como habían dicho los búfalos, la piel desnuda de pelo, y caminaba sólo con las piernas de atrás. Al vernos gritó, y su voz nos llenó de temor, del temor que nos inspira hoy esa voz cuando la oímos, y nosotros, entonces, atropellándonos unos a otros y haciéndonos daño, huimos porque teníamos miedo. Aquella noche (así me lo dijeron), los de la Selva no nos echamos ya juntos como solíamos hacer, sino que cada tribu fue por sí sola…el jabalí con el jabalí, el ciervo con el ciervo; cuernos con cuernos, cascos con cascos…”


“Hay un día en que todas las cosas parecen fatigadas, y hasta los mismos olores, al elevarse por el pesado aire, dijérase que tienen algo de viejo, de harto usado. Es una sensación inexplicable, pero que se experimenta. Luego, llega otro día (y es de advertir que para la vista nada ha cambiado) en que todos los olores son nuevos y deliciosos, y, al sentirlos, al Pueblo de la Selva le tiemblan los bigotes hasta las mismas raíces, comenzando a caérsele de los ijares el pelo del invierno en largos y sucios mechones. Entonces, si por casualidad llueve un poco, todos los árboles y matorrales, todos los bambúes, y sus musgos, y plantas de hojas jugosas, despiertan de sus sueños con unos rumores y un desarrollo súbito que casi podría decirse que se les oye crecer, y por debajo de todo esto corre día y noche otro rumor, una especie de profundo zumbido. Es el susurro de la primavera: algo que vibra en el aire, y que no es ruido de abejas, ni de agua que cae, ni de viento en las copas de los árboles, sino la especia de arrullo del mundo que se siente feliz.”

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