domingo, 8 de mayo de 2011

Peer Gynt

Aun recuerdo la caja de 10 CDs de música clásica con la que llegó mi Papá hace masomenos unos 14 años. Agradecí con honestidad el regalo, pero con mucho escepticismo sobre su contenido, pues llegó a mis manos gracias a un comentario que hice: "me gusta la música clásica". No sabía en realidad de lo que hablaba, tal vez había escuchado algún fragmendo de alguna obra de Beethoven y s me antojó que toda la música clásica iba a ser como esa.

La caja era hermosa y captó mi atención de inmediato, en si misma era atractiva, siempre he tenido inclinación hacia el fetichismo, al abrirla encontré 10 pequeñas cajas con CDs de diferentes maestros de la música clásica que no conocía. Solo 2 nombres de 10 eran familiares para mi. Gracias a ese regalo entré en contacto con una serie de nuevos y maravillosos personajes, especialmente recuerdo a Schubert, cuya música me conmovió en extremo, Tchaikovsy, que me hablaba con una claridad sorprendente y sobre todo Edvard Grieg.



La cajita del disco de Grieg tenía una pintura impresionista que mostraba un verde e impenetrable bosque, una pintura feliz, sin duda (o al menos para mi lo era). Aparte de eso me llamaba la atención el nombre mismo del compositor. Cuando lo comencé a escuchar me sorprendí bastante, contenía algo que hasta hace poco tiempo le puse nombre fijo, pero que era familiar desde que escuche por pimera vez el contenido del cd. Peer Gynt.

Desde el inicio me cautivó, a pesar de que no tenía muy desarrollada la sensibilidad para la interpetación de los mensajes ocultos en la música. La mañana me pareció familiar, lo que continuó me pareció plagado de un misterio denso que no producía temor sino curiosidad, lugares oscuros de los que atraen a un niño. En ese momento yo tenía muchos escenarios para animar la música, ya había en los registros de mi memoria bosques encantados, sendas nubladas, cuevas y cosas del estido. De modo que la música no me fue indiferente.

Obviamente la Mansión del Rey de la Montaña me sacó la cabeza de su lugar, especialmente por la fuerza que adquiere: se ve venir, se sienten los pasos de animal rastrero que se hace grande paso a paso y amenaza con comernos o pisarnos.



Escuché ese disco muchas veces hasta que desapareció en circunstancias que ahora son confusas, pero me dejó uno de los recuerdos musicales mas bonitos que tengo y ahora cada vez que escucho la obra me conmuevo. Hoy en el concierto dominical de la Luis Angel Arango presentaron una versión para niños, la obra interpretada a cuatro manos en un piano hermoso que animaba la narración de la historia de Peer, en manos de una señora chistosa, la intención del cuento era dormir a los niños, lo cual obviamente desacralizaba la obra ante mis ojos, sin embargo me gustó el arreglo y la manera de presentarlo y me devolvió a este y muchos otros recuerdos. Ha sido un día de nostalgia a expensas de aquel finadito noruego.

1 comentario:

Juan Sebastián Rueda Peñaloza dijo...

Bien mano, tiene cosas chévere.
Ya se le extrañaba por estos lares.